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jueves, 22 de abril de 2010

El Ángel de Cenizas - Parte 1

Pocas cosas son más bellas que una mujer pura.

Freya se pasó más de diez minutos frente al espejo jugando a sonreír. Sus perlas alineadas adquirían un tinte incandescente con el candor rojo de sus carnosos labios. No había mueca que pasase desapercibida ante tan angelical porte, una cualidad de la jovencita de cabello rubio oscuro que muchas veces no admitía o siquiera conocía. Se encontraba en el baño con el húmedo cabello colgando empapado de las suaves facciones de su rostro, con una larga toalla envuelta sobre el torso. Algo de agua aún recorría su piel como sudor al hacer el amor; afortunadamente no bloqueaba su visión ni su casi científico análisis de sus sonrisas.


Su novio disfrutaba su timidez y era algo que agradecía de todo corazón. El concepto que tenía del flirteo discrepaba mucho con el de sus compañeras: era demasiado introvertida para platicar con muchachos, tenía vergüenza y miedo de usar falda corta y, para rematar, desabotonarse la blusa quedaba fuera de toda consideración por la pena que le daba el tamaño de su desarrollado busto. Por ende, sólo le quedaba observar a los chicos que le atraían y voltear al momento que parecían darse cuenta, o bien escribir cartas anónimas perfumadas por suspiros e ilusiones juveniles.

No le faltaba el apoyo incondicional de sus amigas, gracias a Dios: Porras, festejos, consejos y consuelos era lo que le dedicaban. Sin embargo, sabía a la perfección la necesidad de tirar abajo la barrera –con o sin ayuda- que existía entre ella y el mundo de los hombres. Hasta entonces no pensaría en otro que no fuese Marco, el único valiente que invadió el mundo albergado de la autoproclamada mujer más insegura del planeta.

Una voz cimbró la puerta del baño de repente; tuvo suerte de no haberse estrellado contra el espejo del susto. Intentó recobrar el aliento en lo que comenzaron a tocar; era su papá apresurándola. Freya se afianzó al nudo de su toalla por mero reflejo, pidiendo cinco minutos más entre titubeos y risas. Tomó la muda de ropa apilada y cuidadosamente doblada sobre la taza del baño y se dispuso a vestirse.

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