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miércoles, 2 de junio de 2010

El Ángel de Cenizas - Parte 9 (FINAL)

La mañana siguiente nadie recordaba a quien alguna vez se llamó Freya. Tobías nunca tuvo que competir por el amor de sus padres; se volvió hijo único. María y Bárbara nunca fueron el apoyo moral de nadie, y por lo tanto jamás se conocieron. Ninguna persona o ser fue tocado por el fuego de Freya; sin embargo, todos cargaban ese vacío como una melancolía inexplicable, despertada cada vez que miraban bellos ojos cafés o escuchaban una alegre y tímida risa juvenil. Sólo Marco estaría consciente de la razón detrás de este dolor; ésta sería su merecida penitencia por sufrir un amor sin visión ni futuro.

No fue el mismo desde aquella noche de vientos agresivos en la que fue castigado. Su alegría bohemia se volvió angustia; hasta su música rebosante se volvió marcada y sombría. Su cara se demacró y su apariencia se descuidó. Una vez en el extranjero, estuvo de boca en boca en el conservatorio donde continuó su formación musical: su sufrimiento lo volvió un genio. Nadie entendía la motivación de notas tan poderosas, así que sólo podían maravillarse con su emoción.

-Que así sea. -pensaba él. La lástima no iba a consolarlo.

Marco inauguró su último año en el conservatorio con una breve pieza acústica que muchos consideraron la cúspide de su talento. Estaba compuesta en su totalidad por séptimas menores que lloraban y denunciaban un pesar que nadie se detendría a contemplar.

Cuando terminó de tocar esta pieza para el atiborrado concierto de apertura del año escolar, recibió una ovación de pie que se rehusó a contestar. Mejor suspiró y recargó la frente en el lado de su guitarra mientras la abrasaba como a una hermana. Continuó así mucho después de los aplausos, iniciando una ola de murmullos que incrementaba al minuto.

Uno de los técnicos tras bambalinas corrió al escenario para revisar qué podría estar mal. Empalideció y rápidamente hizo señales al resto del equipo. Marco había dejado de respirar. Los médicos pronto llegaron para brindarle primeros auxilios, pero estaba lejos de toda ayuda.

Marco falleció abrasado a la guitarra de su abuelo. El vitoreo anterior se volvió llanto de luto para un hombre que cargó en sus últimos años una cruz de tristeza, en nombre de todos quienes olvidaron a la muchachita tímida que llegó a amarlo. Cometió un asesinato y la mentira fue su arma.

Ahora cumplía el último segundo de su sentencia. Sin mayor demora abandonó su cuerpo en busca del calor de Freya, esperando el mismo perdón que recibió en su amarga despedida.

De acuerdo a su obituario, Marco murió víctima de una rara condición cardiaca. Nadie sabría la verdadera razón de su partida: había sido amado demasiado.


“Mientras más vivo arda el fuego, más pronto éste se extinguirá.”
-Antiguo proverbio judío



-FIN-

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